
En 1978, en Santiago de Chile, Salustiano Casanova (o “Salustio”) inició su formación en la Galería Época, bajo la tutela del reconocido artista Nemesio Antúnez. Allí aprendió el riguroso arte de tensar lienzos, preparar soportes y construir marcos impecables. Esta experiencia marcó el inicio de un legado familiar que llega hasta hoy, gracias a la asesoría experta y al carisma del maestro enmarcador.
En los primeros años de la década del 80, Salustiano Casanova daba sus primeros pasos en el mundo del enmarcado de manera casi intuitiva, pero profundamente comprometida. Su lugar de aprendizaje fue nada menos que la Galería Época, un espacio efervescente que reunía a figuras fundamentales del arte chileno como José Balmes, Roser Bru y Guillermo Núñez. Enmarcaba las exposiciones de estos artistas —hoy considerados pilares del arte nacional— con la seriedad y respeto que su obra merecía, aprendiendo en el día a día, sin más método que el ensayo y error, y el oído siempre atento a las indicaciones de los propios creadores.
Fue precisamente en ese contexto donde se forjó su profesionalismo: no en aulas ni manuales, sino en la experiencia directa con la obra, con los artistas, con la materia. El oficio se convirtió en una extensión del arte mismo.
Y es que enmarcar no era solo cortar molduras o elegir colores. Era, y sigue siendo, un acto de cuidado, de respeto y de diálogo con la obra. En esos años, también empezaban a llegar objetos con valor emocional: diplomas, cartas, fotografías antiguas, medallas, pequeños tesoros personales que merecían ser protegidos y celebrados.
Desde entonces, Salustiano ha cultivado un estilo de trabajo cercano, paciente, profundamente humano. Con muchos clientes se han tejido lazos que trascienden lo profesional y se transforman en amistades duraderas. Porque cuando alguien confía una obra —ya sea una pintura firmada por un maestro o un dibujo infantil— está compartiendo algo que le importa, y eso se honra con dedicación y cariño.
Este enfoque, que une oficio, sensibilidad y una mirada artística propia, cimentó la reputación del taller como una referencia indiscutida en marcos a medida en Santiago de Chile.
En el taller, cada obra que llega es una historia esperando ser cuidada. Y para hacerlo bien, no basta con buen gusto: se necesita conocer los elementos esenciales que protegen y realzan cada imagen. El marco y el passepartout (o paspartú) no son meros adornos; son custodios silenciosos que acompañan a la obra durante años, incluso décadas.
Con los años, Salustiano aprendió —a través del contacto directo con artistas, conservadores y coleccionistas— a comprender el rol fundamental de estos elementos. En su taller en Santiago de Chile, el trabajo no se limita a “enmarcar”, sino a preservar y realzar lo valioso, con técnica y sensibilidad.
Protege y estructura la obra, evitando el contacto directo con agentes externos como humedad, polvo o luz excesiva.
Define un límite visual que ayuda a que la pieza respire, cobrando fuerza dentro del espacio en el que habita.
Es una extensión del lenguaje de la obra: puede ser discreto, protagonista o neutral, pero siempre está al servicio del contenido.
Crea una distancia física entre la obra y el vidrio, evitando que el papel o soporte se adhiera con el paso del tiempo.
Enmarca sutilmente el contenido, guiando la mirada del espectador hacia el centro emocional de la pieza.
Protege la obra de contaminantes ácidos cuando se utiliza papel libre de ácido, como es el estándar en el taller.
Aporta profundidad y elegancia, especialmente en técnicas gráficas como grabado, dibujo, fotografía y acuarela.
Con estos dos elementos bien seleccionados y aplicados con conocimiento, no solo se conserva la obra: se le da un contexto que la acompaña y la dignifica.
Aunque el arte y el gusto cambian con los años, hay algo que permanece: la necesidad de cuidar aquello que tiene valor. En 2025, las tendencias en enmarcación continúan en esa dirección, con un fuerte foco en lo sustentable, lo personalizado y lo emocionalmente significativo.
Minimalismo consciente: marcos delgados en negro mate, blanco o madera natural clara. Son versátiles, modernos y permiten que la obra respire con elegancia sin competir con ella.
Materiales nobles y sostenibles: molduras hechas con maderas de origen responsable, sin barnices brillantes ni excesos visuales. La tendencia va hacia lo que dura, lo que no pasa de moda, lo que se siente honesto.
Montajes personalizados: cada vez más personas buscan enmarcar objetos, recuerdos o composiciones poco convencionales. Desde shadow boxes para guardar objetos, hasta combinaciones de obras familiares en una misma pared. Las “gallery walls” con marcos distintos, dispuestas con intención, están en alza.
Color como acento: aunque el minimalismo sigue fuerte, también hay espacio para marcos en tonos más osados —verde oliva, azul profundo, dorado envejecido— que se usan como un gesto de carácter dentro de un entorno neutro.
Tecnología invisible: el uso de vidrios anti-UV y materiales libres de ácido se da por hecho en cualquier trabajo profesional. Son tecnologías silenciosas, pero fundamentales para cuidar las obras de arte y los recuerdos más preciados.
LUNES A VIERNES
8:30 A 17:00
SÁBADO 10:00 A 13:00
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